El Ayuntamiento de
La Laguna junto a las asociaciones de La Verdellada recuperan la imagen
original de la capilla de la Cruz de Marca, tras un proceso participativo de
recuperación histórica del patrimonio del barrio.
La Capilla de la
Cruz de Marca, luce ya una imagen similar a la que tenía hace 80 años, tras
finalizar la restauración, a la que ha sido sometida durante el mes de abril, a
través de un proyecto de recuperación patrimonial organizado por las
asociaciones de La Verdellada y el Área de Participación Ciudadana del
Ayuntamiento de La Laguna. En este sentido el concejal de zona, Jonathan
Domínguez, ha explicado que los trabajos han consistido en la reparación de la
pequeña capilla de propiedad pública, recuperando la forma de su fachada original
que estaba rematada por tres pináculos en forma de esferas.
El concejal ha
detallado que además se ha dotado la capilla de alumbrado ornamental, se ha
acondicionado y limpiado la zona aledaña, se ha vuelto a pintar el interior de
la capilla de rojo, y el exterior de blanco, se han renovado los mosaicos de
letras de su fachada por unos de confección artesanal. También se ha
reconstruido el altar con loza cocida antigua, y se ha repuesto la cruz de tea
con la forma original de la misma, la cual será bendecida este viernes 3 de
mayo, a las 17 horas, por el párroco del barrio Don Santiago Cruz Dorta.
La Cruz de Marca,
icono histórico de La Verdellada.
Son varias las
historias que se refieren al origen la Cruz de Marca, que durante varios siglos,
al menos desde el siglo XVII, se alzó desafiante en el risco, al borde del
abismo del barranco del Drago. Una cruz de tea, que bendecía un lugar sagrado
en el camino real de La Verdellada, para marcar un lugar que tiene tres
historias diferentes, casi propias de cancionero popular verdeño, a gusto de la
imaginación de quien las lea.
La más realista de
las historias, habla de una disputa entre los campesinos medianeros de dos
fincas, que, tras la muerte del hijo de uno de ellos en esa disputa, decidió
marcar el límite de su propiedad con una cruz de tea, creyente de que se
trataba de una maldición del vecino por aquella disputa. Otra historia
compatible con la primera, era la que se refiere al lugar marcado para los
descansos de los funerales de los valles en su camino destino al cementerio de
la ciudad. Y por último la historia más misteriosa, que habla de la marca que
el medianero puso al borde del abismo del barranco, para ahuyentar a las brujas
que el oía en el fondo cuando practicaban aquelarres diabólicos.
Lo más certero y
documentado es que en 1879 fue levantada para resguardar el viejo madero de tea
que se alzaba desafiante en el risco, desde tiempo desconocido, la capilla de
la Cruz de Marca de La Verdellada, que era una pequeña estructura a dos aguas,
coronada por tres remates esféricos, interior de color rojo y exterior blanco y
gris azul. De aquella capilla sólo existen reseñas textuales y recuerdos de los
más viejos del barrio, así como la única imagen que se conserva de ella, la
ilustración plasmada en un valioso y famoso cuadro de Pedro de Guezala de
finales de los años 20 del siglo pasado.
Dicha construcción
fue derruida por completo de manera accidental al finalizar la guerra civil en
1939, tras chocarse contra ella un camión militar que perdió los frenos cuándo
bajaba por el Camino Real de La Verdellada destino al polvorín de Tabares. Los
militares salvaron la vida gracias a que el golpe contra la capilla paro el
camión de terminar en el fondo del barranco. Sin embargo los militares no
fueron igual de agradecidos con la capilla, puesto que retiraron su camión del
lugar y abandonaron en ruinas la capilla de la Cruz de Marca.
En aquel entonces,
en la zona residían apenas diez familias, y entre las penurias de la posguerra,
y en silencio, puesto no eran tiempos de protestar contra los militares, la
capilla fue reconstruida por el medianero de la finca a la que pertenecía, con
sus mismos ladrillos y de manera muy humilde aprovechando la cal y el cemento
que se usaba en aquella época para construir el canal de agua que recorría el
borde del camino para regar la finca. Y así permaneció la capilla y su cruz
casi en el olvido, durante varias décadas, en las que incluso la cruz original
fue robada por los guajiros y usada como leña para cocinar en la casa que
habitaban en el barranco.
A mediados de los
noventa, por reivindicación vecinal de la Asociación Juvenil Ajuve, entonces
presidida un joven Jonathan Domínguez (actual concejal del barrio), que se hizo
cargo de mantener la capilla una vez abandonó la finca su último medianero
(Pepe Rojas), la capilla fue restaurada de nuevo en 1996, consolidándose su
estructura, encalándose sus paredes y reponiéndose una cruz de Riga americana,
puesto la que tenía era un remiendo que estaba hecha de guías de puertas.
Fue el Área de
Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de La Laguna, quien realizó aquellos
trabajos de 1996, que permitieron salvar la capilla de su derrumbe, puesto que
ya se encontraba en un estado casi ruinoso. Desde entonces la capilla volvió a
recuperar su protagonismo en el barrio, realizándose por peticiones vecinales su
pintado de blanco en el 2000, o la pavimentación de su acceso en 2009.
Fue gracias a una
exposición organizada por el Área de Cultura del Ayuntamiento de Santa Cruz de
Tenerife en 2011, en el Museo de Bellas Artes de la capital, sobre la obra del
pintor lagunero Pedro de Guezala, cuando salió a la luz un lienzo desconocido
propiedad de un particular, en el que se representa el Lomo de La Verdellada en
los años 20-30 del siglo XX, con la primitiva capilla de la Cruz de Marca como
principal protagonista.
El famoso pintor
isleño, uno de los más importantes representantes del movimiento neorrealista
de España, realizó esta obra en los años 30, cuando vivía en la casa de
Clemencia Hardinson, en el actual barrio de Gracia. La Cruz de Marca fue
pintada desde la orilla opuesta del barranco, y muestra una ilustración que
idealiza la estructura original de la construcción, unos diez años antes de que
fuera demolida por el accidentado camión militar. Se aprecia claramente el
color rojo con el que estaba pintado el interior de la capilla, y el azul añil
y blanco de su fachada.
Desde entonces la
Asociación de Vecinos Los Verdeños había planteado la idea de terminar la
restauración de 1996, de acuerdo a la imagen original de la capilla, una acción
que ha sido posible ahora, gracias a la mesa participativa impulsada por los
vecinos a inicios de este año, que ha contado con la colaboración e implicación
del Área de Participación Ciudadana del Ayuntamiento de La Laguna.
La Verdellada
rural y costumbrista de los años 20 del siglo pasado siempre ha sido un relato
melancólico en algunos textos de Leoncio Rodríguez o Ángel Guimerá, pero nunca
ha sido tan clara esa imagen como la ofrecida en el famoso cuadro de Pedro de
Guezala, que se enamoró de su paisaje hasta plasmarlo en un óleo que regaló a
su amiga Clemencia Hardinson, dueña del Lomo Guierre, en cuya casona vivió
durante algunos años el afamado pintor canario.
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