LOS VERDEÑOS Y SU IDENTIDAD
Recuerdo,
de mis años de colegio, un conocido poema de Quevedo que decía “Un soneto me
manda a hacer Violante / y en mi vida me he visto en tal aprieto”. Si el genial poeta se vio en un apuro para
escribir un soneto, imagínense ustedes lo que puede suponer para mí hacer un
pregón. Los músicos y los cantantes solemos expresar los sentimientos a través
de un lenguaje que admite muchas interpretaciones, un lenguaje maravilloso y
universal que permite decir las cosas que otros escriben como si fueran
nuestras. Y yo no soy otra cosa que un cantor que sueña con emocionar a quien
quiera escuchar el sonido de mi aliento hecho canción. No soy historiador, ni
poeta. Sólo alguien que se ha visto en el aprieto de no poder decir que no a un
grupo de amigos entrañables. Dicho esto, intentaré entretenerles contando, en
lugar de cantando, lo que siento. Y espero, humildemente, estar a la altura de
lo que la buena gente de La Verdellada merece.
En
mi oficio de cantor, he tenido la oportunidad de vivir el pulso cíclico de
muchos pueblos y ciudades de nuestras islas. Lugares que convocaban la fiesta
para celebrar la vida y hacer que se diera cita la magia de lo compartido. Y ‘La
Verdellada’ es uno de ellos. Y he aprendido lo importante que es para el ser humano
sentirse partícipe de una comunidad, un barrio, de una forma de decir, de
expresar, de sentir la vida. Los pueblos o barrios no son más que un nombre en
un mapa si la gente que los habita no se comporta como el torrente vital que les
da sentido. Las personas, y no los edificios, son los que escriben la historia
de un lugar.
En
nuestro caso, ese lugar nace con una idea, unas familias, un barranco y un
proyecto de futuro. La urbanización ‘La Verdellada’ empieza a ser una realidad
desde el día en que el Ayuntamiento de La Laguna compró a Luis Ramos,
propietario de los antiguos Almacenes Ramos, una gran finca de 59.000 metros
cuadrados, situada entre el antiguo barranco de Cha Marta y el de ‘La
Verdellada’. Rondaba el año 1964. Según parece, el objetivo era construir un
colegio nacional y un polígono de viviendas a través de la Obra Sindical del
Hogar y Arquitectura, que contemplaba 628 viviendas repartidas en 32 bloques. Y
efectivamente, lo primero que se construyó fue el colegio y se inauguró en 1970
con el nombre de Nuestra Señora del Coro. Qué hermoso inicio para un barrio,
que nace alrededor de los muros que alberguen el conocimiento de la
chiquillería, con un nombre que –además- hace alusión a la música colectiva.
Pero
la historia de este barrio es mucho más antigua. Y no la hicieron los alcaldes
ni los generales, ni –por suerte- los banqueros. El poder y el dinero no han
tenido que ver con el desarrollo del lugar común que hoy nos convoca. En esta
zona pervive una leyenda que tiene mucho que ver con la de mi querido Roque de
los Dos Hermanos, de La Punta. Una leyenda que habla de amores imposibles y del
espacio romántico y lírico de nuestros antepasados guanches. Según rezaba una
noticia publicada en la prensa, las labores de limpieza del barranco de ‘La
Verdellada’, en el año 2009, pusieron al descubierto una figura que, aunque
legendaria y mítica, muchos vecinos del barrio no conocían. El descubrimiento confirmó
la existencia del denominado "Corazón Partido", una leyenda aborigen
de gran belleza y valor simbólico.
Araguy es el nombre aborigen del
barranco de ‘La Verdellada’, que indica el lugar por donde bajan las aguas. Un
lugar donde sembraron su historia nuestros antepasados guanches, que
pastoreaban el ganado y adoraban y cuidaban la naturaleza que les protegía.
Según los historiadores, esos antepasados nuestros dejaron huellas físicas en
el barranco, como grabados y algunos restos de sus sencillas viviendas. Pero
también legaron una herencia inmaterial en forma de leyenda, según la cual,
durante una batalla en la que se defendían de los conquistadores, el joven guanche
llamado Güy fue abatido y cayó su cuerpo muerto al fondo del barranco. En el lecho
del mismo, agazapada en una cueva en la que se escondía del ataque de los
castellanos, estaba su amada Ara. Pese a estar al abrigo de una cueva, Ara
contempló la muerte de su amado y fue tal el grito de dolor, que el barranco
amplificó su sonido y se pudo escuchar como un lamento de la propia tierra.
Desde el risco por el que calló su amado Güy, se desprendió una losa de piedra,
detrás de la cual apareció el grabado de un corazón partido por la mitad, como
señal imperecedera del amor eterno de Ara.
Muchos
aseguraban haber visto ese corazón partido, y acaso alguna vez el barranco devuelva
en forma de susurro anhelante el grito enamorado de una guanche que habitó otro
tiempo en este espacio. En cualquier caso, es una hermosa historia, que bien
merece una canción que la evoque. Prometo cantarla si alguien se anima a
escribirla…
Aunque
es ésta probablemente la leyenda más hermosa que encontramos en las cercanías
de este barrio, no es el único elemento que construye una identidad antigua y
trascendente para la historia de todos los canarios. El patrimonio etnográfico
de la zona incluye restos de antiguos lavaderos del siglo XIX, galerías ahora
abandonadas, los restos del histórico Molino de Agua, así como el último horno de cal de La Laguna,
relacionado con la construcción de las principales casas de la ciudad. Las
piedras de cal se partían en fragmentos y dentro del horno se ponía leña y se
iban sucediendo las capas de cal y de carbón. Seguidamente, se encendía el
horno y al cabo de cinco días ya estaba el fuego en la parte más alta del mismo,
lo que indicaba que la piedra de cal ya estaba lista para sacar. Luego con la
ayuda del agua, se abría la piedra de
cal, y a las dos horas se convertía en un polvo con el que pintaban las casas.
Asimismo, el barrio cuenta con otra joya histórica, como es la pequeña capilla
de la Cruz de Marca, que fue construida por primera vez en 1879 para dar cobijo
a una cruz que se encontraba en lo alto del risco desde tiempo inmemorial. El
origen de esta cruz también está envuelto en la leyenda, aunque la versión más
lógica de su origen es que forma parte de las cruces que marcaban el camino y
los descansos a los entierros de la gente de Los Valles, destino al cementerio
de La Laguna.
Pero
‘La Verdellada’ no sólo ha construido su historia y su identidad con patrimonio
histórico. Lo más importante es que se consolidó con las pequeñas y cotidianas
historias personales de cada familia que vino a habitar el barrio. Gentes como
Maruca González y Francisco Amador Reyes, uno de los primeros matrimonios que
se trasladaron a vivir a la zona de la urbanización. Ellos contestaban emocionados
en una entrevista publicada hace algunos años y contaban historias como ésta:
Recuerdo que vivía en una casa de San
Francisco de Paula y que mis dos hijos estaban siempre enfermos por la humedad.
La doctora me recomendó que cambiara de lugar de residencia y entregué una
instancia para optar a un piso de La Verdellada, aunque sin esperanzas ningunas
porque sólo quedaban unas tres.
La
alegría de la familia fue muy grande cuando a los dos meses la llamaron y le
dieron las llaves de un piso en el bloque 8 de la primera fase. Maruca y
Francisco destacaron con gran alegría que "al vivir en este piso mejoró
nuestra calidad de vida y la salud de nuestros hijos".
Historias
trascendentales como ésta, conviven junto con otras más anecdóticas, como la
protagonizada por casi dos centenares de gallos y gallinas que merodeaban hace
no mucho por el barranco de La Carnicería, a su paso por el Seminario y la
urbanización de ‘La Verdellada’. La manada de aves conformó una auténtica
colonia que casi colma la paciencia de los vecinos. Una crónica del 13 de enero
del año 2009 publicada en el periódico El Día, nos cuenta lo siguiente:
Estas aves recorren
diariamente el entorno del barranco, llegando incluso hasta la carretera Emilio
Gutiérrez Salazar y al Camino Real de La Verdellada, con el consecuente peligro
que ello conlleva para el tráfico rodado.
Es frecuente para los que transcurren por esta vía toparse con decenas de
gallos y gallinas al borde de la carretera, lugar que no abandonan, puesto que
son alimentados por determinados vecinos de la zona, ya sea vertiendo restos de
comida desde sus casas hasta el barranco o depositándolos en las laderas del
mismo.
Pero esto no es del agrado de todos los habitantes de La Verdellada, que
han de sufrir al alba el coro mañanero que conforman estos plumíferos.
Tal es el nivel de adaptación de las gallinas, que hasta los gatos han
optado por convivir junto a ellos y compartir la comida que dan los vecinos;
conscientes quizás de que están en franca minoría.
La presencia de estos animales, a juicio de los vecinos, podría ser origen
de plagas o epidemias infecciosas, si bien reconocen que colaboran a la hora de
eliminar insectos y ratones.
Todas
estas pequeñas-grandes crónicas han ido cincelando el sentido humano del barrio
y le proporcionan su motor existencial. Desde los tiempos del poblamiento
guanche, se han sucedido todas las cosas que escriben la historia de vida de
los pueblos, esas cosas sencillas y cotidianas que no se enseñan en la
universidad, pero que son lo que realmente nos importan: el amor, los hijos, el
trabajo, la fiesta, la gente querida que fallece, los niños que nacen… Y la
lucha de un barrio modélico en lo social. Por poner un ejemplo, no es habitual
que un barrio tenga su propia publicación periódica. La Revista ‘El Verdeño’
comenzó a editarse mensualmente en julio de 1995, aunque desde el año 2004 se
edita de manera semestral, por lo que este mes la revista de ‘La Verdellada’
está cumpliendo 17 años de historia. Desde 2006 la revista en papel comenzó a
combinarse con su edición digital en internet, que en el año 2012 logró sumar
casi 130.000 visitas, con una media de 356 diarias. Por otra parte, son muchos
los ejemplos de movilización vecinal para conseguir fines altruistas. Sin ir
más lejos, hace escasos días, la Plaza Mayor de La Verdellada acogió un
mercadillo solidario en beneficio de la rehabilitación de la niña Lilian
Cabrera Expósito. En un sentido más lúdico, no podemos olvidar que las fiestas
como los carnavales, con esa serpiente multicolor que llena de alegría las
calles del barrio por la que desfila, o las que pregonamos hoy, en honor a
Nuestra Señora de Lourdes, son todo un ejemplo de cómo una comunidad es capaz
de sacar adelante sus proyectos.
La
historia, las fiestas, los personajes, las acciones sociales… todo tiene ese objetivo
aglutinador que busca una identidad propia. Y en ese sentido, les recuerdo que mis
experiencias personales y varios de mis queridos recuerdos están ligados a la
identidad de este lugar. En la pasada década de 1970, en mis tiempos mozos, con
18 años y contando ¡nada menos! con un año de experiencia como cantante, yo
pertenecía a un grupo musical de cuatro miembros formado por un elenco
“internacional”: tres punteros y un lagunero. El grupo se llamaba, ‘Los
Fantasmas’ y con un repertorio de sólo veinte temas hicimos bailes de tarde y
noche aquí, en ‘La Verdellada’. Eso sí, alguna pequeña trampa nos permitíamos,
como cantar una Isa que duraba una media hora y en la que participaba todo el
mundo. El barrio no tenía ni siquiera una plaza propia, así que –de igual
manera que se nuestros abuelos celebraban los Bailes de Candil- se hacia en el
salón particular de D. Luis Montañero, que estaba situado en la calle Pérez
Minik. El barrio se concentraba allí, la noche se hacía fiesta y yo era feliz haciendo
bailar a los verdeños.
Tampoco
puedo olvidar que este año se cumplen 25 desde que empecé a cantar el Ave María
en las fiestas de este barrio. Recuerdo que la primera vez me pidieron una
cinta cassette, donde yo tenía una
versión grabada y la hacían sonar en la parada que hacía a Virgen de Lourdes,
desde la casa de Dña. María del Pilar Pérez Hernández. Posteriormente, la
empecé a cantar de viva voz, y desde hace diez años, la cantamos mano a mano con
un querido hijo del barrio, el amigo Lope Gallardo.
‘La
Verdellada’ es una comunidad con identidad, que cuenta con su propia historia,
con sus leyendas, sus anécdotas y su pulso social. Pero también es un proyecto
de futuro. Nos toca hacer las cosas lo mejor posible para que la nueva semilla
que emerge en este lugar coja el testigo para años venideros. En estos tiempos
de cacareada crisis, tenemos que recordar que muchos de nuestros barrios y
pueblos se construyeron con familias que sabían mucho de esfuerzo, de apretarse
el cinturón día a día. Hijos de la emigración, del trabajo y del sacrificio
constante, a los vecinos de lugares como ‘La Verdellada’ no se les ha regalado
nada. Con las manos y el alma curtidas, la mirada de esperanza en el futuro
siempre es firme y certera. Como la escorrentía del barranco que le dio nombre.
El
grito desesperado de Ara, la mujer guanche que vio desaparecer a su amor por
culpa de la ambición de unos pocos, no deja de sonar por ese barranco. Su
espíritu sabe, además, que el corazón partido en piedra es un símbolo romántico
de su pérdida, pero que hay un corazón entero, grande y rebosante de vida en el
sentir de todo un barrio que es pasado, presente y futuro. Un barrio que hoy
celebra sus fiestas y que mañana seguirá sonriendo y luchando por su identidad
y por su inquebrantable dignidad.
¡Viva
la Virgen de Lourdes! ¡Viva La Verdellada!
Felices fiestas, queridos amigos.
Chago Melián
Martes 24 de Julio de 2012