sábado, 7 de octubre de 2017

PREGÓN FIESTAS BARRIO NUEVO 2017


PREGÓN DE LAS FIESTAS PATRONALES DE BARRIO NUEVO - VIÑA NAVA EN HONOR DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE FÁTIMA 2017

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Sacerdote, Don Jesús Manuel Gil Agüín.
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Se le dió lectura el viernes 6 de octubre de 2017, en el Centro Ciudadano de Barrio Nuevo.



Autoridades, concejales del Ayuntamiento de La Laguna, miembros de la Asociación de vecinos Tinjuaro, queridos vecinos, amigos todos:

Primero de todo manifiesto mi grata sorpresa y mi alegría sincera por el hecho de haber pensado en mi persona para dar este pregón de las fiestas de Nuestra Sra. del Rosario de Fátima de mi barrio lagunero, Viña Nava, Barrio Nuevo que junto a la Verdellada, permanecen en mi retina y en mis más profundos y emotivos recuerdos de infancia, a pesar de vivir fuera desde hace ya muchos años.

Me siento agradecido por coincidir en el homenaje que esta noche se le va a hacer al querido Manolo, hombre de una calidad humana excepcional.

Hace algún tiempo que algunos miembros de la Asociación de vecinos Tinjuaro me hicieron una amable visita al obispado y me comentaron la posibilidad de estar esta tarde con ustedes y compartir estas breves ideas, recuerdos y sentimientos. No dije que no, porque a pesar de los muchos e intensos trabajos, creo que era una deuda pendiente con este bario que me vio nacer, como persona y como cristiano. 

Nací en este querido barrio cuando comenzaba su andadura la nueva urbanización La Verdellada, cuando la Verdellada vieja era un grupo de casitas, casi un pueblo y cuando este Barrio Nuevo era uno de los primeros núcleos de crecimiento urbano hacia el sur de nuestra querida ciudad. Mis estudios en el colegio público, mi formación humano-religiosa en el colegio Nava-La Salle, y luego mi ingreso en el Seminario Diocesano marcaron los primeros pasos de mi niñez y juventud. Y es que, ya desde niño, cercano a la parroquia y viviendo en un ambiente cristiano en mi familia, comenzaron las inquietudes de compromiso más fuerte y de respuesta vocacional. Pero como es lógico, esta noche no pretendo hablar de mi persona, ni muchísimo menos, sino compartir humildemente con ustedes mis recuerdos y vivencias en este querido barrio nuestro.

Volviendo a la realidad urbana del Barrio del Rosario de Fátima, este es un lugar cercano al Centro Histórico Patrimonio de la Humanidad, parte de la Historia inicial de La Laguna, pero al mismo tiempo, a pesar de su carácter urbano, conserva la tranquilidad, la esencia y la prestancia de los antiguos núcleos laguneros, donde los valores de la familiaridad, del trato cercano y del conocimiento de los vecinos hace que sus habitantes vivieran y vivan todavía hoy en un ambiente cercano y familiar.

Aquí en Viña Nava, al sur del lugar donde se fundó la ciudad, se cree que fue otorgada a un pariente del propio adelantado Fernández de Lugo, parece ser que por su buenas condiciones para el cultivo y el pastoreo.

Aunque hoy con el paisaje urbano que contemplamos nos parezca casi imposible este lugar fue dedicado a la agricultura, pues era esencial garantizar el abastecimiento de la nueva sociedad que surgía en esta isla de Tenerife.

Y todavía parece más irreal que ya en el siglo XVIII en toda la zona, incluyendo La Verdellada y Cercado Mesa, tuviese notable protagonismo el cultivo de viñedos, propiedad de Tomás de Nava y Grimón, séptimo Marqués de Nava e ilustrado, el de las tertulias de Nava.

Aun así, como ya saben, el germen del actual barrio es más tardío, de principios del siglo XX, cuando varios particulares comienzan a adquirir diversas parcelas, en las que van construyendo sus viviendas. El lugar se va poblando paulatinamente, diversificándose los oficios de sus habitantes. Por eso se llama Barrio Nuevo, porque era la nueva zona de crecimiento de La Laguna hacia el sur. Aunque inicialmente se llamó Barrio de Ntra. Sra. del Rosario de Fátima.

El barrio nace casi al unísono con la parroquia dedicada a esta advocación de la Madre de Dios y madre nuestra. Si bien es verdad, que en un principio pertenecíamos a la parroquia matriz de Santo Domingo de Guzmán. No es hasta el año 1963 cuando la Diócesis erige la parroquia dedicada a la Virgen del Rosario. Recuerdo perfectamente y con exactitud el primer templo donde recibí los sacramentos de la eucaristía y la confirmación. Presidia el altar mayor la hermosa imagen de la Virgen del Rosario, a su izquierda la Sagrada Familia y en los alatares de la nave, dos imágenes enormes de San José y del Sagrado Corazón de Jesús.

Como podrán suponer, como sacerdote que soy, estoy moralmente obligado a hablar de los sacerdotes del barrio, venerables compañeros que han trabajado pastoralmente en esta comunidad y han sido testigos de primera mano del crecimiento social y humano de esta población. Hombres que se han encarnado, con sus limitaciones, pero han vivido codo a codo compartiendo gozos y esperanzas, tristezas y fracasos, de nuestra gente. Testigos del devenir y de los acontecimientos de este núcleo poblacional.

Recuerdo que el ambiente en la comunidad parroquial era muy familiar y participativo. Como acólitos en el altar pasamos muchos chavales de la época, entre ellos, Alexis, hoy religioso dominico y que llegó a ser rector de la Basílica de Candelaria, así como Roberto, Juanito o Eusebio. Recuerdo el coro de la época donde unos jovencillos Sergio, Pedro, Héctor (futuros Sabandeños) o María del Mar (primera presidenta de la Junta de hermandades de la ciudad) cantaban en la misa dominical. Los catequistas de distintas épocas, doña Elena, Acacia, Loli, Mari Paz, Carmen y otros tantos.

También me viene al pensamiento el grupo de jóvenes de la época, siendo yo catequista, Isa, Domingo o Pili, a esta última tuve la enorme satisfacción de casarla hace apenas un año.

Al primer párroco no lo conocí, don Leonardo Regalado, pero he oído hablar mucho de él y la fama que tenía de ser una buena persona, paciente, noble y cercano.

El siguiente fue D. Prudencio Redondo Camarero, con el que recibí mi primera comunión. Siempre he sentido agradecimiento y admiración por D. Prudencio. Fue el hombre que le tocó poner en marcha los aires frescos y renovadores del recién estrenado Concilio Vaticano II, los cantos, la participación de los laicos en la celebración, l corresponsabilidad. Luego fue enviado a San Sebastián de la Gomera. Pasado los años y al ser enviado como párroco a nuestra ciudad fue mi Arcipreste y compañero del equipo sacerdotal. 

Recuerdo también a su hermana, la maestra de escuela Dª Nati y su cuñado D. Ángel, que vivían en la Calle obispo Pérez Cáceres.

Luego fue enviado don Eusebio Andrés Méndez García, del cual guardo también un entrañable y afectuoso recuerdo. Era un realejero culto, canónigo de la catedral y un hombre con una profunda devoción a la Virgen de Candelaria. En esta época recibí la confirmación de manos del obispo Franco Cascón. D. Eusebio vivía en la calle del Puente, en una casa que para mí fue un lugar entrañable y frecuentado. Allí vivían la madre de D. Eusebio, Dª Rosario y la señora que los cuidaba, la querida y entrañable Isabel. Justo al lado de aquella casa estaba el supermercado de D. Gabriel, hermano de D. Eusebio y de su mujer Dª Encarna.

El siguiente párroco enviado a nuestro barrio fue el palmero D. Manuel Bethencourt. Un hombre de una calidad humana excepcional, que dejó un buen recuerdo en la comunidad. Fue en esa época en la que comencé mi discernimiento vocacional. Fue la etapa vital de las opciones, de decidir si quería ingresar en el Seminario. Aunque la verdadera opción llegó algo más tarde, en aquel momento fue una respuesta ilusionada de joven sin experiencia y apenas madurez.

Le sucedió otro palmero, Aurelio Feliciano, el hombre de la pastoral social, donde la comunidad parroquial creció en grupos y en actividad comunitaria. Aurelio es un hombre sensible a lo social, un pastor entregado y siempre disponible. Desde aquí le envío un saludo afectuoso y el deseo de una pronta recuperación de su enfermedad.

Por último, el gomero don Santiago Cruz, vuestro párroco actual, compañero de Arciprestazgo, el hombre que con su forma de ser nos recuerda la cercanía y la ternura de Dios. Grande Santiago, por su sencillez y su buen hacer.

En fin, una comunidad parroquial que ha ido creciendo y viviendo, compartiendo los gozos y esperanzas de los hombres y mujeres de este barrio, ofreciendo y anunciando el camino, la verdad y la vida que es Cristo, promocionando y dignificando con su labor social a las personas de todo tiempo.

A estas alturas enumerar brevemente una serie de anécdotas y de personajes que están en mi recuerdo y que nos ayuden a todos a hacer memoria de lo que ha sido nuestro barrio, de las gentes que aquí han desarrollado sus vidas, independientemente de que algunos ya están disfrutando de la vida eterna y otros hace muchos años que nos marchamos a otro lugar de la ciudad, pero sin olvidar lo que aquí vivimos y como nos ayudó a fraguarnos como personas.

La calle del Puente, junto con la del Obispo Pérez Cáceres, eran como la columna vertebral del barrio. En ella recuerdo la casa de Elfidio Alonso, personaje de nuestra ciudad que no necesita presentación, alcalde y folklorista. El supermercado Marrero, el negocio familiar de los padres de mi estimado José Carlos Marrero, donde mi madre hacia sus pequeñas compras.

En la misma calle recuerdo el estanco de una madre y su hija, que sinceramente, he olvidado sus nombres y donde compraba mis chuches, mis pirulis, o mis chicles bazoca. La peluquería de Juan, en la esquina con la calle Fajana, donde mi padre se pelaba frecuentemente, cuando no lo hacía en el barbero en frente a la catedral.

A las afueras del barrio, ya en la entrada, estaba la casa de los hermanos Dorta, tres sacerdotes, D. Hipólito, D. Juan y D. Vicente. 

Además de ellos, varios sacerdotes tenían su casa en nuestro barrio, D. Ramón Pérez que vivía al final de la calle Pérez Cáceres, esquina avenida Calvo Sotelo o D. Santiago Hernández, capellán del colegio Nava durante muchos años y que vivía a la mitad de la misma calle.

También a las afueras del barrio, la actual avenida de los Menceyes recuerdo a don Pepe y doña Mercedes, propietarios del bar Pepe “El Guardia”, su hija Milagros y su marido Pascual, muy cercanos a mi familia, así como Felisa, Chicha y Mariquilla.

Don Miguel Palmero, un hombre de misa dominical y siempre colaborador entusiasta con la parroquia. Domingo Palmero el mecánico, Agustín Palmero que vivía en la esquina al lado de la parroquia, Dª Carmen, que tenía una hija religiosa de la Caridad o Dª Victoria. Dª Lola, vivía en la calle Las Américas, y era la que atendía la sacristía o África y su madre que vivían en la calle La Fajana.

Que decir de Elvirita, personaje inolvidable. Confieso que fui uno de los tantos niños que le buscaba la lengua para que corriera detrás de nosotros con sus bolsos y sus perros. O el olor a galletas de la fábrica Saydo. O el cine Dacil, que junto al parque victoria y el teatro leal eran nuestras escapadas del domingo en la tarde. A estos últimos íbamos en la cirila.

En fin, muchos son los recuerdos y muchas las personas que podría enumerar, pero sería imposible sintetizarlo en tan poco tiempo. Todos ellos dejaron huella, como tantas otras personas, quizás anónimas, que han ido conformando la morfología y la identidad de este Barrio Nuevo.

El papa Francisco, sucesor del apóstol Pedro, en muchos de sus mensajes nos invita a soñar, con una Europa más humanista y solidaria, con una iglesia más pobre y para los pobres, con un mundo donde los valores sean el motor de la sociedad.

Por eso, esta noche, me van a permitir que sueñe mi barrio, nuestro barrio, lo que desearía que se viviera y se construyera en este lugar tan querido y recordado.

1. Sueño que los hombres y mujeres de mi barrio aprendamos a ponernos en el lugar del otro y entender cómo piensan y sienten los demás ya que se trata de un valor necesario para la convivencia. Que convivamos en paz, siendo distintos, pero complementándonos. Convivencia plural, pero con identidad propia. Este barrio siempre ha sido lugar de acogida de tantos estudiantes del resto de las islas por su proximidad a la Universidad. Sabemos bien lo que significa acoger al otro sin perder lo propio, valorar lo extraño para enriquecernos mutuamente.

2. Sueño con un barrio donde la actitud de la humildad sea la que más abunde, donde nadie se sienta superior a otros. Que sepamos vivir con una actitud humilde que nos permita conocernos mejor, valorar nuestras fortalezas e intentar mejorar nuestras debilidades.

3. El compromiso con la construcción de un barrio mejor, más humano, solidario, habitable, es un valor que demuestra madurez y responsabilidad. Compromiso activo con la ciudadanía, con el tejido asociativo, con la comunidad cristiana, con todo lo que signifique progreso, promoción humana y desarrollo. Sueño con un barrio donde el valor de la palabra dada siga siendo un activo en alza.

4. Quiero pensar que en este barrio el valor de la amistad y la familiaridad entre los vecinos sea una constante. Un barrio donde los vecinos se saludan, se preocupan los unos de los otros. Donde nadie se sienta excluido por ninguna razón y donde la amabilidad, el respeto y la educación sean señas de identidad.

5. Sueño con un barrio donde se viva desde el entusiasmo y el optimismo, buscando siempre el lado positivo de las cosas a pesar de los reveses que nos presenta la vida. Que todos huyamos del pensamiento negativo que nos atenaza, que nos quiere convencer que el tener es más importante que el ser, que no existe ni es posible el amor y el perdón. Que no caigamos en la tentación de dejarnos convencer por los populismos, que seamos críticos y activos, que aportemos al bien común.

6. Sueño con un barrio donde sus hombres y mujeres muestren siempre una actitud paciente y serena frente a la vida. 

7. Que el valor del esfuerzo, necesario en la sociedad actual que se caracteriza por la inmediatez y el mínimo esfuerzo, sea una realidad entre nosotros. Como lo ha sido en años atrás cuando las generaciones anteriores gestaron este núcleo poblacional con tesón, sacrificio y muchísimo esfuerzo.

8. Sueño que cada uno de los habitantes de este, nuestro Barrio Nuevo, conquiste su felicidad y que seamos capaces de transmitir y contagiar esa felicidad a los demás. Que nos empeñemos en cultivar la alegría, el optimismo, el sentido del humor. Solo aquel que es feliz puede transmitir felicidad.

9. Y por último, y no menos importante, sueño con un barrio donde se cultiven y promocionen los valores profundamente cristianos, donde el valor preciado de la fe y de la experiencia de Cristo sea una posibilidad y una oferta, desde la libertad a la pluralidad, pero sin rechazar o minusvalorar las profundas raíces cristianas de nuestra sociedad.

Soñemos amigos, vecinos, todo es posible si nos ponemos en marcha y nos ilusionamos con esperanza. Que tengamos una fiesta intensa, donde nos encontremos, disfrutemos de la fraternidad y el ocio, donde participemos de los actos religiosos y populares, donde nos comprometamos a seguir creciendo y madurando como barrio, como colectivo ciudadano.

Que el Dios de la vida les bendiga a todos. 

Gracias.

Jesús Manuel Gil Agüín
Obispado de Tenerife


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