viernes, 1 de mayo de 2009

ESPECIAL BARRANCO DE LA VERDELLADA

Los Secretos de Araguy

El Barranco de La Verdellada ha escondido durante siglos muchos secretos dignos de conservación y protección, que ahora empiezan a ver la luz para el disfrute y admiración de todos los laguneros, reclamando a gritos una actuación urgente que garantice su existencia para las futuras generaciones.


Con el nombre de “Araguy”, se conocía en la época prehispánica toda la zona del barranco de La Verdellada y sus llanos, una palabra que según algunos historiadores de mundo aborigen significaba “por donde bajan las aguas”, en clara referencia a las de la antigua laguna de Aguere. Esta situación privilegiada, dotó a esta zona antaño de grandes oportunidades para la vegetación, la ganadería y la agricultura, esta última sobre todo en la época tras la conquista.

Esto permitió que Araguy contara con población aborigen, aprovechando, por una parte la cantidad de grandes cuevas con las que contaba y aun se conservan en pequeña medida en el barranco, o en pequeñas cabañas cuyos restos (situadas en la zona donde hoy está el edificio las Vistas y Las Sabinas) desaparecieron con la urbanización del lomo sur del barrio de La Verdellada en los años 90. En esta zona hay testimonios que hablan hasta de un “Tagoror”, que fue reconvertido en era aprovechando el perfecto círculo empedrado, justo donde hoy está la Escuela Oficial de Idiomas.

Pero el privilegio del agua de Araguy, no dejó de ser aprovechado tras la conquista, ya que la zona fue repartida entre los conquistadores, que desde 1500, ya la utilizaban para cultivos datándose en esa época el cercado de la zona, lo que origino el paso por sus tierras de casi todos monocultivos económicos que ha tenido la isla en los últimos quinientos años. Y es que La Verdellada tuvo caña de azúcar, vid, cereales, papas, cochinillas y frutales (Almendros e Higueras principalmente). Del cultivo de la cochinilla y la pita es de lo que más restos quedan, dada la cantidad de chumberas y piteras que hay en la zona -tanto así, que el escudo popular de La Verdellada esta acotado por tres piteras-. Toda esta abundancia y riqueza, se especula que comenzó a decaer a finales del siglo XIX, tras el secado de La Laguna, que provocó la bajada del nivel de aguas del barranco de Araguy.

De esta época de bonanzas, cuando el barranco de Araguy tenía agua permanente casi todo el año, datan los múltiples elementos patrimoniales que conserva aun en sus laderas, desde El Timple, en la parte trasera del viejo seminario de La Laguna, hasta la misma curva de Gracia, es decir, todo el tramo de barranco que antaño se conoció de múltiples maneras –Araguy, de los Molinos, de Gonzaliánez, del Drago, de la Carnicería, de Santos- y que hoy se ha unificado como de La Verdellada.



EL MOLINO DE AGUA DEL TIMPLE
Así, comenzamos una ruta por el barranco de norte a sur, y nos encontramos el primero de los Molinos de Agua que aún queda, desgraciadamente el menos conservado, por la existencia de varias casas de autoconstrucción que lo han encorsetado y en gran medida deteriorado. Hablamos del Molino de Agua del Barrio El Timple, situado en la orilla del barranco al final del callejón de Corregidores, uno de los más cercanos a la calle Molinos de Agua, que toma esta denominación por ser utilizada antaño para acceder desde el casco histórico a la zona de los Molinos de La Verdellada.




GRABADOS RUPESTRES
Continuando la bajada del barranco, nos encontramos una primera zona con restos de grabados aborígenes –escrituras líbico-bereberes- que hacen referencia a cuentas matemáticas de ganado y cereales, lo que da pie a imaginar sobre la existencia en las cuevas cercanas de lugares de almacenamiento de alimentos por parte de los Guanches.




HORNO DE CAL
Y muy cerca de esta zona, aparece el segundo elemento arquitectónico hispánico de los conservados en el cauce del barranco, tal y como es un Horno de Cal, que se pensaba perdido, y que ha sido redescubierto con la limpieza en profundidad del barranco en abril de 2009. Este horno de cal, el cual parece haber sido saqueado de su revestimiento en piedra, aun conserva parte de su torreón chimenea y casi intacto el hueco del propio horno. La robusta construcción se encuentra en un estado de conservación malo, la cercanía a una zona de contenedores de basura ha ido en detrimento de su construcción, aunque gracias a estar oculto bajo los zarzales, ha llegado a nuestros días.


MOLINO DE AGUA DE LA VERDELLADA
Siguiendo la ruta, justo a la altura de la entrada al barrio antiguo de La Verdellada, aparece desafiante entre los escombros de la ladera, el torreón mejor conservado y de mayor valor de todos los Molinos de Agua que guarda el barranco. Estos restos no sólo son los mejor conservados, sino los que mayor interés histórico etnográfico presentan hoy, ya que se especula, que bajo los escombros de la ladera aun guarda algún secreto, motivo por el que ya se preparan los trabajos para hacer la excavación arqueológica que puedan sacar a relucir cuatrocientos o quinientos años después, los restos de la maquinaria o edificación del histórico Molino de Agua de La Verdellada.



CORAZON PARTIDO
Justo enfrente de este molino, apareció recientemente un bello capricho geológico en forma de corazón partido, que dio pie antaño a la creación e inspiración de una mitológica fábula guanche, que dota de mayor romanticismo al barranco verdeño. La citada leyenda bastante antigua de la que poco se ha dicho, cuenta que en la época de la conquista, en medio de una batalla entre aborígenes y conquistadores en esta zona, fue abatido a plomo un joven guanche llamado Güy al borde del barranco, cayendo al fondo del mismo donde se encontraba su amada Ara refugiada de los conquistadores junto a su rebaño de cabras en una pequeña cueva. Al ver la escena, su amada Ara gritó e imploró a los Dioses de tal forma que se desprendió una gran laja de piedra del risco por el cual cayó muerto su amado, y tras esta apareció un corazón pétreo partido a la mitad por el amor perdido. Se trata evidentemente de una fábula inspirada en la existencia de un corazón pétreo, que no por ello deja de despertar interés popular.




EL ACUEDUCTO
Siguiendo la ruta, a pocos metros aparece el viejo acueducto del canal de los Valles, una construcción de la década de los 40 del siglo XX, que fue utilizada antaño además de para conducir agua, como único lugar de unión y paso entre las dos laderas del barranco. Por este lugar tenían que cruzar los primeros vecinos del casco del barrio de La Verdellada en la década de los 50 y 60, lo que da fe, de cómo fueron los difíciles comienzos del actual casco del barrio de La Verdellada.



LA CASA DEL BARCO
A continuación, justo en lo que era el borde del barranco, se alza también desafiante al paso del tiempo, la histórica Casa del Barco, primera edificación de la zona, que partió de una gran aljibe a la que se le añadió con el paso del tiempo una masía junto a la sombra agradecida de un centenario algarrobo, en cuya copa existió antaño un barco de recreo que servía de merendero, el cual dio origen a la denominación de la Casa del Barco. La citada casa se encuentra coronada por el último molino de viento que queda en La Laguna, una estructura metálica modelo Tejano, que era utilizada para subir agua de la aljibe abovedada de la casa. Esta aljibe, servía para abastecer las fincas de la zona, y fue construida a finales del siglo XVI, principios del XVII, coincidiendo con la época en la que se cultivaba en esta zona la uva de origen portugués denominada Verdello, la cual dio origen posteriormente al nombre de La Verdellada. El estado de la casa en la actualidad es malo, aunque en el futuro se prevé su restauración y conversión en espacio cultural para garantizar su conservación.


LA ZONA PERDIDA
A partir de aquí, y durante unos cuatrocientos metros de trayecto, el barranco fue canalizado para pasar la Vía de Ronda en la década del 90, época en la que se produjo uno de los mayores atentados contra el patrimonio etnográfico de esta ciudad. En el tramo canalizado, fueron enterrados para siempre los restos de la cueva de la “Reina”, una espectacular cueva volcánica de acceso estrecho, cuyo interior se abría formando un gran círculo empedrado que fue utilizado para guardar ganado, aunque se especula que se trataba de un simbólico Tagoror aborigen, ya que sus paredes se encontraban decoradas con supuestos grabados rupestres.

Pocos metros barranco abajo, también fue canalizado y sepultado para siempre el famoso charco de la Fajana, charco natural formada por un pequeño salto, lugar de recreo veraniego de distintas generaciones de Verdeños y Viñaneros, cuya existencia dio nombre a una calle de Barrio Nuevo, y que poseía un manantial natural que tenía agua todo el año. Seguidamente estaba otro gran charco, de unos 25 metros cuadrados que se denominaba “Charcolino” que también era algo así como la piscina municipal del barrio, mantenido por el manantial de la Fajana. Pero como si ya no fuera poco con estas pérdidas, también desapareció otro salto; la espectacular cascada de “la Tragadera”, que con algo más de 12 metros de altura, impresionaba al llegar el invierno. Entorno a esta cascada también desaparecieron con la canalización una gruta natural y una galería artificial de pocos metros de longitud.


LOS ECOS DEL DRAGO
Al salir de la zona tristemente canalizada por la Vía de Ronda, reaparece de manera espectacular el barranco en su zona más conservada, la conocida como El Drago, de la Cruz de Marca o de Gracia. Un tramo de aproximadamente 800 metros, que llega a tener hasta 75 de profundidad, lugar donde se conservan hasta tres galerías, y como elementos patrimoniales a destacar, los antiguos lavaderos situados al borde de una cascada que termina en el “charco hondo”, hoy semienterrado, en el que se bañaba la gente en verano sin hacer pie.


LOS LAVADEROS
En referencia a los lavaderos, se trata de una construcción de la que existen datas desde el siglo XVII, que estaba inicialmente vinculada a una masía construida en la zona superior del barranco, una bella mansión que desapareció con la construcción de la Vía de Ronda. Los lavaderos, sin embargo, tenían un uso público y poseen un manantial natural que le suministra agua todo el año, lo que permitió que sirviera también de abrevadero para el ganado, que era traído en los veranos secos desde la zona de los valles a beber agua ahí. Lamentable los lavaderos fueron saqueados en los años 90, cuando le robaron toda la losa chasnera que remataba la zona de lavado.



LA CRUZ DE MARCA
En esta zona de espectacular belleza natural, también se encuentra al borde del acantilado en la parte más profunda del barranco, la pequeña capilla de la Cruz de Marca, que fue construida por primera vez en 1879 para dar cobijo a la citada cruz que se encontraba desnuda en lo alto del risco desde tiempo inmemorial. La actual capilla, que fue restaurada en 1998, se encuentra en muy buen estado de conservación. El origen de esta Cruz también está envuelto en la leyenda, aunque la versión más lógica de su origen, es que forma parte de las cruces que marcaban el camino y los descansos a los entierros de la gente de Los Valles, destino al cementerio de La Laguna.


GRACIA
El barranco de Araguy, termina a los pies del risco en el que se asienta desde hace siglos la Ermita de Nuestra Señora de Gracia, una zona que “se abre desde el abismo como un Eden, por el que cuelga un viejo puente de hierro por el que pasa el colector de aguas residuales de toda La Laguna desde los años 60. Pasando esta zona se encuentra la última galería, bajo el denominado salto de las Ranas, conservándose aun, los restos de la casa que sirvió para guardar las vagonetas y materiales que se utilizaron para su construcción.

Así pues, el barranco de La Verdellada o de Araguy, constituye una ruta etnográfica espectacular, llena de secretos, de historias y de elementos patrimoniales, que pertenecer a todos los laguneros, y por ello, requieren una protección que garantice su conservación futura. Hablamos de la ruta histórica etnográfica, basada en la cultura del agua, más importante de la ciudad de La Laguna, que sin embargo ha sido olvidada por generaciones de gobernantes, y porque no decirlo también, de vecinos incívicos que han contribuido a su deterioro. Este barranco durante siglos fue fuente de vida para su entorno, y por ello la riqueza agrícola y ganadera de esta zona, así como el desarrollo de su economía durante siglos, siempre se vinculo a su existencia.

Por fin, el Ayuntamiento de La Laguna tiene planes para recuperar la zona, y por ellos desde hace dos años la Concejalía de Patrimonio Histórico, que dirige la nacionalista María de la Cruz Díaz Domínguez, y la de zona que está Coordinada por Jonathan Domínguez – que fue durante 18 años dirigente vecinal de La Verdellada- trabajan para recuperar todos los elementos patrimoniales del barranco, lograr su conservación, y definir una ruta que en el futuro, podrían visitar vecinos, colegios, o turistas, para conocer “Los Secretos de Araguy”.

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